Pasaron momentos muy duros, pero conservaron la fe en Dios a pesar de la difícil situación. Pirayuense cuenta su triste experiencia.
Duele en el alma la situación por la que están pasando miles de familias, quienes pierden a sus seres queridos por causa del virus asesino. Matrimonios que parten juntos al más allá, padres e hijos, miles de familias desmembradas está dejando este mal, que en vez de ser aplacado, está tomando más fuerza.
Este presente se está volviendo el peor castigo del cual muchos quisieran salir sin heridas, como si nada hubiera pasado, y poder abrazar de nuevo a sus seres queridos.
“Pasamos una pesadilla con un mal despertar, me hubiera gustado abrir los ojos y que mi mamá y mis hermanas estuvieran todavía”, contó Édgar Bogado, de Pirayú. En 15 días perdió a su hermana de 30 años que estaba embarazada de 6 meses y en el vientre se llevó a su niño y dejó huérfano a un pequeño de 8 años. Luego se fue su madre y una semana después partió otra de sus hermanas de 41 años, dejó un bebé de un mes, quien no podrá sentir el calor de ni percibir el olor de su madre por culpa de este mortal virus.
“Pasamos momentos muy duros, pero nuestra fe en Dios y la Virgen nos mantiene fuertes, se iba un familiar y seguíamos rezando, nunca perdimos nuestra fe”, reconoció.
“Nos quedamos con la tranquilidad de que a mi mamá y a mi hermana no les faltó ni un medicamento porque en los hospitales no había nada, recibimos ayuda de todo el pueblo de Pirayú, de mis amigos de acá y también desde Brasil nos ayudaban, estoy eternamente agradecido con ellos”, contó Édgar, quien semana tras semana iba enterrando a un miembro de su familia.
Encontraron consuelo en la fe cristiana para seguir adelante
Édgar agradeció a los demás miembros de la familia que ayudaron con los gastos que no fueron poca cosa, atendiendo a que estar en terapia e intubadas es costoso.
Pese a toda la dolorosa situación por la que pasaron, aseguró que la familia no pierde la fe en Dios. “En ningún momento renegamos en contra de Dios por lo que nos pasó, al contrario nuestra fe crece cada vez más y eso nos da fuerzas, porque eso es lo que nos enseñó mi mamá y mi papá, quien falleció hace dos años y seis meses”, señaló.
Muchas personas están viviendo un duelo similar, donde a veces uno quiere renegar, preguntarse por qué “me pasa a mí y a otros no les pasa nada”, pero hay que ser fuertes, dijo el joven.
Los vecinos también se pusieron a dar una mano
Toda la familia se contagia una vez que el virus maldito aparece. “Yo estuve enfermo, pero no tuve tiempo de pensar en que me dolía algo o no podía respirar, tenía que levantarme igual, no me podía caer, mi otro hermano estaba cuidando a mi hermana y yo con mi mamá, estábamos todos separados”, recordó el joven.
Su casa permanecía cerrada y eran los vecinos los que venían a limpiar, lavar las ropas, todos ayudaban, guardaron luto avei por los que ya no están. “Lo que quiero decirle a la gente es que se cuide, que esta enfermedad no es joda, hay que cuidarse porque de lo contrario nos va a eliminar a todos. Hay que seguir rezando por sobre todas las cosas, por los que están y también por los que ya no están”, indicó.