Todos sabemos que la música nos cambia el ánimo, ¿no? Pues ahora, un grupo de investigadores chinos ha dado un paso más allá y ha demostrado que la música clásica tiene un efecto positivo en el cerebro. Un hallazgo que podría ser clave para tratar a pacientes con depresión resistente a los tratamientos convencionales.
El estudio, publicado este viernes en Cell Reports y dirigido por Bomin Sun, director del Centro de Neurocirugía Funcional de la Universidad Jiao Tong de Shanghai, ha analizado cómo composiciones de Bach, Beethoven y Mozart afectan al cerebro. Usando mediciones de ondas cerebrales e imágenes neuronales, el equipo descubrió que estas piezas generan efectos positivos en nuestros circuitos neuronales.
“Nuestra investigación integra neurociencia, psiquiatría y neurocirugía, proporcionando una base para cualquier investigación sobre la interacción entre la música y la emoción”, cuenta Sun, quien espera que un día puedan traducir estos resultados a la práctica clínica. La idea es desarrollar herramientas y aplicaciones de musicoterapia efectivas.
Un estudio con trece pacientes
El estudio se llevó a cabo con trece pacientes que ya tenían electrodos implantados en el cerebro para la estimulación cerebral profunda. Estos implantes se colocaron en un circuito que conecta dos zonas clave del cerebro: el núcleo del lecho de la estría terminal (BNST) y el núcleo accumbens (NAc).
Usando estos implantes, el equipo descubrió que la música sincroniza las oscilaciones neuronales entre el córtex auditivo, que procesa la información sensorial, y el circuito de recompensa, encargado de las emociones. En otras palabras, la música genera sus efectos antidepresivos sincronizando el cerebro.
“Este estudio revela que la música induce el triple bloqueo temporal de las oscilaciones neuronales en el circuito cortical-BNST-NAc a través de la sincronización auditiva”, explican los investigadores.
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Música clásica occidental
Para el estudio, el equipo utilizó piezas de música clásica occidental, un género que la mayoría de los pacientes no conocía, para evitar sesgos por la familiaridad. “Concluimos que las elecciones musicales durante el proceso de escucha formal eran individualizadas y no estaban relacionadas con el trasfondo emocional de la música”, comenta Sun.
De cara al futuro, Sun y su equipo planean colaborar con clínicos, musicoterapeutas, informáticos e ingenieros para desarrollar productos de salud digital basados en la musicoterapia. Imaginan apps para teléfonos inteligentes y dispositivos vestibles que combinen recomendaciones personalizadas, retroalimentación emocional en tiempo real y experiencias multisensoriales de realidad virtual. Todo para proporcionar herramientas de autoayuda que permitan gestionar las emociones y mejorar los síntomas en el día a día.
El estudio abre la puerta para que la música clásica pueda convertirse en un aliado poderoso en el tratamiento de la depresión. Aunque aún queda mucho por investigar, los primeros hallazgos son prometedores.