Un estudio reciente publicado en Pediatric Research reveló que ciertos comportamientos observados a los nueve meses pueden ser indicadores tempranos de autismo o retrasos en el desarrollo. Estas observaciones, realizadas por los padres, podrían transformar la forma en que se identifican y abordan estos signos antes de lo que se creía posible.
Cuando los bebés cumplieron un año, sus padres completaron un cuestionario diseñado para evaluar habilidades de comunicación, sensibilidades sensoriales y conductas repetitivas o restrictivas. Por ejemplo, se analizó si los pequeños respondían a su nombre o mostraban incomodidad ante ruidos fuertes, como los de una aspiradora. Los resultados demostraron que las percepciones de los padres sobre estos comportamientos iniciales son herramientas valiosas para detectar señales tempranas de autismo.
Aunque es demasiado pronto para confirmar si estas señales conducirán a un diagnóstico formal, los investigadores destacan que podrían ayudar a identificar a los bebés que se beneficiarían de intervenciones tempranas. Esto no solo mejoraría las habilidades lingüísticas y sociales de los niños, sino que también fortalecería la capacidad de los pediatras para evaluar el desarrollo infantil.
“Queremos que todos los niños prosperen, ya sea desarrollando habilidades lingüísticas más cercanas a los niveles esperados para su edad o aprendiendo habilidades sociales tempranas que les ayuden a sobresalir en el preescolar”, explicó Stephen Sheinkopf, investigador principal del estudio y profesor de pediatría en el Centro Thompson para el Autismo y el Neurodesarrollo de la Universidad de Missouri.
El equipo también está explorando otras formas innovadoras de medir el comportamiento infantil, como el análisis del llanto. Sin embargo, subrayan que las descripciones de los padres siguen siendo fundamentales. “Los padres son expertos en sus hijos y tienen una intuición natural. Ahora estamos trabajando en formas de medir mejor lo que ellos ya notan”, señaló Sheinkopf.
Erin Andrés, investigadora postdoctoral y autora principal del estudio, destacó el entusiasmo de los padres al ver que se investiga este tema. “Los padres a menudo comparten preocupaciones con sus médicos sobre patrones de llanto o dificultades para calmarse. Están emocionados de que estas características también se midan desde edades tempranas”, comentó.
Este avance podría marcar un cambio significativo en la detección temprana del autismo, actualmente diagnosticado entre los 3 y 5 años. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU., identificar hitos del desarrollo infantil es crucial para intervenir a tiempo y mejorar la calidad de vida de los niños y sus familias.